Del 11 de enero de 2013 al 24 de febrero de 2013.
Si Belmonte fuera científico, sería psiquiatra. No esculpe, arranca emociones.
Son pocos los artistas que detienen su mirada en la gente mayor que seremos: La vieja friendo huevos de Velázquez o El Moisés de Miguel Ángel; El Séneca de Mateo Inurria o Las Brujas de Goya. Son apuestas valientes de artistas que transgreden la oficialidad; gestos osados en tanto en cuanto suponen un espejo: el de la vejez y la decrepitud del ser humano.
Esta exposición antológica, denota la maestría de Belmonte que, como Picasso en su primera etapa de azules, nos muestra la belleza impecable de sus Nadadoras y sus Hombres Pájaro, la perfección en la estética y la técnica para atreverse luego con el devenir del Ser, certero, inevitable; de retratar y retratarnos en la beldad de la senectud, de la pérdida de lo que fue, en la vuelta al juego, a la tierra; de la mirada astuta del ave, que todo lo ve y lo cuestiona, a la del que es mirado, en la carne plegada que sigue siendo bella tamizada por sus manos.
Son más que figuras. Son una forma de pensar, de sentir y de hacer algo diferente. Con su mirada transgresora, Belmonte parece decirnos sean ustedes como tengan que ser: jóvenes bellísimos, contorsionistas, aves, prostitutas, viejos… y sin embargo llenos de la belleza y la ternura que están presentes por igual en cualquiera de ellas. Es el equilibrio ante la vida, tan difícil; o no.
En él, la levedad es pasar sin hacer daño, sin rozar la tierra, sin imponer, sin molestar; en equilibrio perfecto con el espacio, donde éste se antoja una excusa para un diálogo con lo eterno y lo etéreo, con la mente, en un soliloquio que nos enfrenta a lo más hondo.
En una sociedad del culto al cuerpo, que ha perdido el reconocimiento y la reverencia a los mayores, en un mundo virtual pegado no obstante al suelo, la posibilidad de alcanzar el vuelo, la belleza de la juventud y la pérdida aparente de la memoria en la vejez, advierte de la locura y la vorágine en que estamos sumergidos y reivindica la cultura del Sur; la de la reverencia al tiempo transcurrido sin prisa.
Matilde Cabello. Textos y comisariado